sábado, 24 de noviembre de 2007


63. TEATRO CENTRAL.

(emitido el Sábado, 24 de Noviembre de 2007 en Protagonistas Sevilla, Punto Radio- 93.o F.M.)

Buenas tardes, cada otoño se reinician las diferentes programaciones culturales con que cuenta nuestra ciudad. Es de absoluta justicia reconocer que desde la década de los 90, la oferta cultural sevillana ha ido creciendo espectacularmente, y ahora se encuentra entre las mejores de nuestro país.
Hoy vamos a hablar de un espacio curioso, y de sus moradores: nos referimos al Teatro Central, una de las mejores herencias de la Expo’92. Accedemos cruzando el río desde el puente de la Barqueta, y torcemos a nuestra derecha hasta encontrarnos con la inconfundible silueta de su cubo marrón, ahora iluminado. Es noche de viernes y vamos a acudir a una representación teatral, a insistencia de mi amigo Óscar, un asiduo del lugar. Unos amplios aparcamientos nos facilitan el acceso motorizado.
El Teatro Central recoge ciclos de flamenco, jazz, y todas las vanguardias, tanto musicales como escénicas o de danza. Es sin dudas, el sitio adecuado para ver lo último de lo último, lo que será clásico pasado mañana, o un tostón, porque todavía no ha pasado el tiempo suficiente para catalogarlo como bueno o malo. Nos debemos dejar guiar por los programadores de la sala, de titularidad pública, y por tanto, ajenos a la rentabilidad e interés general de lo representado. Y ahí está el peligro.
Si bien en jazz o danza contemporánea he presenciado algunas muy buenas actuaciones, reconozco que en cuestión de teatro de vanguardia, o bien yo no estoy suficientemente preparado o es que no he entendido muy bien la obra. Pero nunca cometas el error de decir que no te ha gustado; la inquisición de asiduos al recinto –mediana edad desaliñada y enólogos progres- te mandará directamente a la hoguera.
-¿Qué te ha parecido Revolutum 0 punto 5? - pregunta mi amigo Óscar.
-Pues no me ha gustado. –oso responderle.
-¿Cómooo?, ¡pero si es magnífica, excelsa, sublime!
-Vale, pero es que no he entendido muy bien por qué tenía que haber un cordero degollado colgado del escenario.
-No es más que una metáfora de la descomposición de la sociedad actual alienante-replica mi amigo.
-Sí, pero es que olía mal. ¿No podían haber puesto uno de plástico? Además, el concurso de eructos entre los actores principales, tampoco lo he captado.
-¡Por Dios, qué remilgado eres! Es un acto digestivo más. Si quieres finezas, vete al Maestranza.
Fin del diálogo. Probablemente a mi amigo le haya gustado la obra tan poco como a mí, pero un buen asiduo al Teatro Central jamás te lo reconocerá, sería tanto como admitir que es capaz de pensar por sí mismo, según le dicte su sensibilidad y no bajo la presión del grupo de eruditos de vanguardia al que sueña pertenecer.

sábado, 10 de noviembre de 2007


62. MASCOTAS Y OTROS BICHOS

(emitido el sábado, 10 de noviembre de 2007 en - Protagonistas Sevilla-Punto Radio -93.0 F.M.-)

Buenas tardes, hoy hablamos de mascotas y animales callejeros. Cierto es que vivimos en una sociedad tan rara, que la gente cada vez tiene animales de compañía más extraños: iguanas, arañas, serpientes (puede que el jefe sea una alimaña, pero no cuenta). Afortunadamente, perros y gatos siguen siendo unos clásicos.
Mientras el gato casero difícilmente sale del umbral de la puerta, los silvestres escogen muy bien su hábitat: cerca del hombre, pero sin mezclarse. Así, se les ve en gran número de solares y casas abandonadas, de las miles que disfruta esta ciudad gracias a su ayuntamiento y a la desidia de sus dueños. Causa una gran pena contemplar el estado de abandono con que el Ministerio de Defensa tiene siete casas de estilo inglés junto al puente de San Bernardo. Allí han encontrado su hogar decenas de gatos entre la maleza de lo que antaño fueron jardines.
Por supuesto, que entre tanta cochambre podrían buscar su alimento sin problemas, incluso contribuirían al descenso del número de ratas. Pero no es así por una caridad mal entendida: ciertas almas piadosas, pensando que estos animales son unos desvalidos, les acercan platos repletos con agua y pienso para gatos. Con tantas facilidades, los felinos se hacen más flojos –algo similar pasa en la especie humana con algunos subsidios-. De cazar ratas, ni hablar; puede que hasta compartan el pienso con los roedores.
Los perros son animales más dependientes del hombre. Los callejeros, cada uno busca su compañía como puede, y no es raro verlos vigilando obras. Y sobre los caseros, observamos su presencia en la calle a ciertas horas, justo cuando salen a hacer sus necesidades. Vamos mejorando en civismo a la hora de recoger las caquitas: cada vez resulta más normal encontrar a ciudadanos de toda condición con sus bolsas para recoger excrementos. Siempre hay excepciones llamativas, como aquella señora mayor que paseaba por la ronda de Capuchinos hace dos semanas. Su chucho defecó en medio de la acera. Observo con satisfacción cómo la buena mujer echa mano al bolso para coger un paquete de Clínex, y acto seguido, procede a limpiarle el culo al perrito dejando las cacas en medio de la acera.
Poniéndonos ahora en el lugar del perro, éstos deberían contar con más espacios de esparcimiento reservados para ellos en parque públicos, como ya ocurre en La Buhaira o la Glorieta de las Cigarreras. Y por favor, seamos humanos: el animal no tiene la culpa. Si ven a un perro haciendo de vientre, no lo reprendan a él, sino al dueño que inmediatamente no recoge sus excrementos, ése sí que es un mal bicho.

sábado, 3 de noviembre de 2007


61. D.E.P.

(emitido el sábado, 3 de Noviembre de 2007 en Protagonistas Sevilla -Punto Radio(93.0 F.M.)


Buenas tardes, con la llegada del mes de noviembre, cada año se repite el rito de recordar a nuestros fieles difuntos. Por eso, hoy vamos a tratar con respeto, no exento de crítica, el modo en que algunos sevillanos tienen de afrontar la muerte de un ser querido. Queremos comentar la moda de dejar ofrendas florales en los lugares donde se produce una muerte por accidente. Nuestras carreteras y calles dan buena prueba de esas flores de plástico atadas sobre árboles o farolas, acompañadas por cruces de madera o cartón.
Por lo general, suelen ser muchachos jóvenes en la flor de sus vidas que por exceso de velocidad o imprudencia de otros, pierden el control de sus coches o motocicletas, y dejan su alma en el asfalto. No hay consuelo posible para familiares o amigos, porque ninguna muerte nos resulta más dolorosa que la de un joven, y si ésta sucede de modo fortuito o tras una enfermedad, aún parece más desgarradora.
Inmediatamente se produce la mitificación familiar o social, en caso de que el fallecido sea una celebridad pública. Así ha ocurrido hace unos meses en nuestra ciudad con Antonio Puerta. No se recordaba igual manifestación colectiva de dolor en Sevilla desde el entierro de Paquirri. Pero la vida, por suerte o desgracia, sigue, y el dolor que nos conmociona en un momento se debe transformar en recuerdo íntimo, personal, del ser amado que perdimos. Tarde o temprano, el estadio de Nervión, deberá ser encalado, se borrarán las pintadas, se abandonará la tétrica costumbre del minuto 16 de silencio, y los pequeños altares, ya se retiraron, porque si no, ir al fútbol sería similar a entrar en un mausoleo.
Aún no compartiendo este folclore negro, pero respetando el dolor familiar, pido que se mantengan por un tiempo prudencial esas cruces espontáneas con ramos de flores colocadas donde se ha producido un accidente mortal, por ejemplo, una semana. Pero pasada ésta, se procederá a retirar esas ofrendas de muy dudoso gusto y utilidad porque no ayudan a asumir la muerte del ser querido. Cada vez que sus familiares pasen por el lugar, están obligados a revivir el fatal accidente. Además, al resto del personal, nos da una grima horrible pasear por ciertos sitios, como la Ronda del Tamarguillo, que más bien parece la avenida principal del cementerio de San Fernando, por la cantidad de ramos y cruces que vemos en algunas rotondas, y sintiéndolo mucho, no debe ser así.
Y aún veo mucho peor la utilización de estatuas públicas como privados monumentos funerarios. Por favor, que alguien retire de una vez las coronas de flores de plástico bajo el pedestal del simpático indio a caballo de la avenida Kansas City, que la criatura sólo está oteando el horizonte, y no tiene intención alguna de ir de velorio.