sábado, 3 de noviembre de 2007


61. D.E.P.

(emitido el sábado, 3 de Noviembre de 2007 en Protagonistas Sevilla -Punto Radio(93.0 F.M.)


Buenas tardes, con la llegada del mes de noviembre, cada año se repite el rito de recordar a nuestros fieles difuntos. Por eso, hoy vamos a tratar con respeto, no exento de crítica, el modo en que algunos sevillanos tienen de afrontar la muerte de un ser querido. Queremos comentar la moda de dejar ofrendas florales en los lugares donde se produce una muerte por accidente. Nuestras carreteras y calles dan buena prueba de esas flores de plástico atadas sobre árboles o farolas, acompañadas por cruces de madera o cartón.
Por lo general, suelen ser muchachos jóvenes en la flor de sus vidas que por exceso de velocidad o imprudencia de otros, pierden el control de sus coches o motocicletas, y dejan su alma en el asfalto. No hay consuelo posible para familiares o amigos, porque ninguna muerte nos resulta más dolorosa que la de un joven, y si ésta sucede de modo fortuito o tras una enfermedad, aún parece más desgarradora.
Inmediatamente se produce la mitificación familiar o social, en caso de que el fallecido sea una celebridad pública. Así ha ocurrido hace unos meses en nuestra ciudad con Antonio Puerta. No se recordaba igual manifestación colectiva de dolor en Sevilla desde el entierro de Paquirri. Pero la vida, por suerte o desgracia, sigue, y el dolor que nos conmociona en un momento se debe transformar en recuerdo íntimo, personal, del ser amado que perdimos. Tarde o temprano, el estadio de Nervión, deberá ser encalado, se borrarán las pintadas, se abandonará la tétrica costumbre del minuto 16 de silencio, y los pequeños altares, ya se retiraron, porque si no, ir al fútbol sería similar a entrar en un mausoleo.
Aún no compartiendo este folclore negro, pero respetando el dolor familiar, pido que se mantengan por un tiempo prudencial esas cruces espontáneas con ramos de flores colocadas donde se ha producido un accidente mortal, por ejemplo, una semana. Pero pasada ésta, se procederá a retirar esas ofrendas de muy dudoso gusto y utilidad porque no ayudan a asumir la muerte del ser querido. Cada vez que sus familiares pasen por el lugar, están obligados a revivir el fatal accidente. Además, al resto del personal, nos da una grima horrible pasear por ciertos sitios, como la Ronda del Tamarguillo, que más bien parece la avenida principal del cementerio de San Fernando, por la cantidad de ramos y cruces que vemos en algunas rotondas, y sintiéndolo mucho, no debe ser así.
Y aún veo mucho peor la utilización de estatuas públicas como privados monumentos funerarios. Por favor, que alguien retire de una vez las coronas de flores de plástico bajo el pedestal del simpático indio a caballo de la avenida Kansas City, que la criatura sólo está oteando el horizonte, y no tiene intención alguna de ir de velorio.

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