HASTA PRONTO
Estimados lectores:
El Caminante anuncia su despedida de este rincón. Gracias a todos aquellos que me siguieron en las ondas radifónicas en Punto Radio Sevilla durante los años 2006 y 2007. Todos los sábados, cual mosca cojonera me he dedicado a pasear por esta bella ciudad ahondando en aquellas cosas que podrían mejorarse, y sólo porque me duele Sevilla.
Pero mis mocasines se han gastado , y hay un cierto agotamiento en mi cansino andar. Sin renunciar a mi identidad, mi personaje decide hibernar para centrarse en otras actividades, como la escritura de esa eternizada segunda novela. Muchas gracias por vuestra fidelidad, y muy pronto, con seguridad, volveremos a encontrarnos en el camino.
domingo, 3 de febrero de 2008
sábado, 15 de diciembre de 2007
65. COMIDA NAVIDEÑA DE EMPRESA
(emitido el sábado 15 de Diciembre de 2007 en Protagonistas Sevilla ( Punto Radio, 93.0 F.M.)
Muy buenas tardes y felices fiestas, especialmente a los currantes. Se aproximan minutos de gloria y hecatombe, todo mezclado y muy contradictorio: muy pronto vamos a tener la queridísima y odiada comida navideña de empresa, ese momento sublime en que estaremos más cerca de los compañeros y que todos haremos vacío al jefe antes de llegar al restaurante:
-¡Pepe, párate, que te va a tocar sentarte al lado del jefe!
-¡Y qué quieres que haga, si lleva todo el camino charlando conmigo!
También encontramos al trepa de turno dispuesto a sacrificarse por la causa y un ascenso:
-¿Y la familia, don Gutiérrez, qué tal está?
-Pues será usted el único en toda la oficina que no sepa que me acabo de separar.
-¡Uy, cuanto lo siento!
En fin: acercamiento, camaradería, balance fin de año entre copas de vino y raciones de jamón y queso en interminables mesas rectangulares donde todos intentamos buscar la mejor compañía, y no siempre es posible. Luego están los perfeccionistas: unas máquinas de recordar momentos siempre mejores que los actuales:
-Pues el restaurante del año pasado estaba mejor servido.
-¡Dónde va a parar!, y encima no hemos conseguido la zona de fumadores.
Llegamos a los postres entre brindis y lenguas estropajosas. Fin de la comida.
-Ahora nos vamos a tomar una copita, ¿verdad?
-Pues verás…
-¿Cómo, que te espera tu mujercita?, ¿y a ti tu maridín? ¡Rajaos, eso es lo que sois!
Con la corbata torcida por encima de la camisa o el rimel corrido, abrazamos al compañero ascendido a la categoría de amigo. Prudentemente, casi todos los jefes se retiran, menos uno: el bobalicón que todos los años se queda hasta el final de la juerga, y es objeto de burlas durante un año por sus subordinados.
Cánticos regionales, comentarios de los últimos powerpoints, puesta a parir de familiares cercanos. La última, por la calle Blanco White: Lousiana, Garufa o El Sitio. Algunos acabarán de madrugada sentados en el parque infantil, o deslizándose en turnos por la tirolina de la plaza. Vomitonas, y pises colectivos de varones junto a la tapia de Telefónica, eso sí todo trajeados y muy dignos. Y esta es la parte de la historia que no comparto: todos los años los vecinos acaban hasta el gorro de ser vertedero de las frustraciones de todas las S.A. o corporaciones que se toman la penúltima por la zona. Por ello, compañero currito: recuerda que una retirada a tiempo siempre es una victoria.
(emitido el sábado 15 de Diciembre de 2007 en Protagonistas Sevilla ( Punto Radio, 93.0 F.M.)
Muy buenas tardes y felices fiestas, especialmente a los currantes. Se aproximan minutos de gloria y hecatombe, todo mezclado y muy contradictorio: muy pronto vamos a tener la queridísima y odiada comida navideña de empresa, ese momento sublime en que estaremos más cerca de los compañeros y que todos haremos vacío al jefe antes de llegar al restaurante:
-¡Pepe, párate, que te va a tocar sentarte al lado del jefe!
-¡Y qué quieres que haga, si lleva todo el camino charlando conmigo!
También encontramos al trepa de turno dispuesto a sacrificarse por la causa y un ascenso:
-¿Y la familia, don Gutiérrez, qué tal está?
-Pues será usted el único en toda la oficina que no sepa que me acabo de separar.
-¡Uy, cuanto lo siento!
En fin: acercamiento, camaradería, balance fin de año entre copas de vino y raciones de jamón y queso en interminables mesas rectangulares donde todos intentamos buscar la mejor compañía, y no siempre es posible. Luego están los perfeccionistas: unas máquinas de recordar momentos siempre mejores que los actuales:
-Pues el restaurante del año pasado estaba mejor servido.
-¡Dónde va a parar!, y encima no hemos conseguido la zona de fumadores.
Llegamos a los postres entre brindis y lenguas estropajosas. Fin de la comida.
-Ahora nos vamos a tomar una copita, ¿verdad?
-Pues verás…
-¿Cómo, que te espera tu mujercita?, ¿y a ti tu maridín? ¡Rajaos, eso es lo que sois!
Con la corbata torcida por encima de la camisa o el rimel corrido, abrazamos al compañero ascendido a la categoría de amigo. Prudentemente, casi todos los jefes se retiran, menos uno: el bobalicón que todos los años se queda hasta el final de la juerga, y es objeto de burlas durante un año por sus subordinados.
Cánticos regionales, comentarios de los últimos powerpoints, puesta a parir de familiares cercanos. La última, por la calle Blanco White: Lousiana, Garufa o El Sitio. Algunos acabarán de madrugada sentados en el parque infantil, o deslizándose en turnos por la tirolina de la plaza. Vomitonas, y pises colectivos de varones junto a la tapia de Telefónica, eso sí todo trajeados y muy dignos. Y esta es la parte de la historia que no comparto: todos los años los vecinos acaban hasta el gorro de ser vertedero de las frustraciones de todas las S.A. o corporaciones que se toman la penúltima por la zona. Por ello, compañero currito: recuerda que una retirada a tiempo siempre es una victoria.
sábado, 8 de diciembre de 2007
64. PUMAREJO Y CASAS VIEJAS.
(emitido el sábado, 8 de Diciembre de 2007 en Protagonistas Sevilla (Punto Radio -93.0 F.M)
Buenas tardes, hoy iniciamos nuestro paseo desde un lugar emblemático de nuestra ciudad: estamos en el Arco de la Macarena, pórtico inigualable del barroco popular. Aún con riesgo de excomunión capillita, me parece nefasto el emplazamiento del busto que la hermandad ha erigido hace pocos años a Juan Manuel Rodríguez Ojeda.
Dejamos a la derecha este magnánimo templo, con toda su grandeza y simbología. Nuestra vista se va despojando de lujo y oropeles, y en pocos metros, tras pasar por San Julián, llegamos a la muy humilde y a la vez ilustre Plaza del Pumarejo. A nuestra izquierda, su Centro de Salud, con vigilante de seguridad en la puerta. Enfrente, dos gorrillas con caras desencajadas tras una ingesta masiva de estupefacientes con tinto.
Frente al puesto de prensa, en el centro de la plaza, un monumento oxidado con letras huecas alegoría de no sé sabe muy bien qué. Dirigimos nuestra vista hacia un precioso caserón degradado del siglo XVIII habitado por okupas. Algunas colgaduras, en el exterior, así como cortinas al menos armónicas. Es de agradecer que en este caso, ese movimiento haya respetado la fachada. Por supuesto, comentarán el desalojo reciente de la joya de la corona del llamado movimiento okupa: nos referimos a Casas Viejas.
Nadie dice que el alquiler esté barato, pero ya están habiendo medidas correctoras que lo facilitan a los jóvenes, incluso leyes para gravar la vergüenza de los pisos vacíos. Del mismo modo, hay mucho okupa con alergia al trabajo, incluso pijos reconvertidos en busca de polvera de fin de semana.
También hay una minoría okupa que ha desarrollado cierta labor de promoción cultural, al menos en el sentido tan amplio y contradictorio como se entiende hoy la cultura. Pero el resto, sencillamente tienen un morro que se lo pisan, y actitudes francamente egoístas y antisociales, como enganchar la luz a un vecino para que pague él, estropear fachadas con pintadas o celebrar conciertos de rock hasta altas horas de la madrugada, lo que tampoco parece muy solidario.
Además, existe un agravio comparativo: si a ellos se lo consienten, ¿por qué no a nosotros? A partir de ahora mismo, me declaro okupa de mi propia casa. No pago un euro más de la hipoteca, engancho la luz a la viudita del tercero, y a ver si me protesta, cambio el insulso toldo comunitario de rayas marrones por otro naranja fosforito, organizo audiciones de jazz a las doce de la noche, y además, cobro entradas.
Pero con independencia de lo que cada cual quiera pensar, tras el desalojo de Casas Viejas, muchos vecinos por fin pueden dormir, y la paz ha vuelto al Pumarejo.
(emitido el sábado, 8 de Diciembre de 2007 en Protagonistas Sevilla (Punto Radio -93.0 F.M)
Buenas tardes, hoy iniciamos nuestro paseo desde un lugar emblemático de nuestra ciudad: estamos en el Arco de la Macarena, pórtico inigualable del barroco popular. Aún con riesgo de excomunión capillita, me parece nefasto el emplazamiento del busto que la hermandad ha erigido hace pocos años a Juan Manuel Rodríguez Ojeda.
Dejamos a la derecha este magnánimo templo, con toda su grandeza y simbología. Nuestra vista se va despojando de lujo y oropeles, y en pocos metros, tras pasar por San Julián, llegamos a la muy humilde y a la vez ilustre Plaza del Pumarejo. A nuestra izquierda, su Centro de Salud, con vigilante de seguridad en la puerta. Enfrente, dos gorrillas con caras desencajadas tras una ingesta masiva de estupefacientes con tinto.
Frente al puesto de prensa, en el centro de la plaza, un monumento oxidado con letras huecas alegoría de no sé sabe muy bien qué. Dirigimos nuestra vista hacia un precioso caserón degradado del siglo XVIII habitado por okupas. Algunas colgaduras, en el exterior, así como cortinas al menos armónicas. Es de agradecer que en este caso, ese movimiento haya respetado la fachada. Por supuesto, comentarán el desalojo reciente de la joya de la corona del llamado movimiento okupa: nos referimos a Casas Viejas.
Nadie dice que el alquiler esté barato, pero ya están habiendo medidas correctoras que lo facilitan a los jóvenes, incluso leyes para gravar la vergüenza de los pisos vacíos. Del mismo modo, hay mucho okupa con alergia al trabajo, incluso pijos reconvertidos en busca de polvera de fin de semana.
También hay una minoría okupa que ha desarrollado cierta labor de promoción cultural, al menos en el sentido tan amplio y contradictorio como se entiende hoy la cultura. Pero el resto, sencillamente tienen un morro que se lo pisan, y actitudes francamente egoístas y antisociales, como enganchar la luz a un vecino para que pague él, estropear fachadas con pintadas o celebrar conciertos de rock hasta altas horas de la madrugada, lo que tampoco parece muy solidario.
Además, existe un agravio comparativo: si a ellos se lo consienten, ¿por qué no a nosotros? A partir de ahora mismo, me declaro okupa de mi propia casa. No pago un euro más de la hipoteca, engancho la luz a la viudita del tercero, y a ver si me protesta, cambio el insulso toldo comunitario de rayas marrones por otro naranja fosforito, organizo audiciones de jazz a las doce de la noche, y además, cobro entradas.
Pero con independencia de lo que cada cual quiera pensar, tras el desalojo de Casas Viejas, muchos vecinos por fin pueden dormir, y la paz ha vuelto al Pumarejo.
sábado, 24 de noviembre de 2007
63. TEATRO CENTRAL.
(emitido el Sábado, 24 de Noviembre de 2007 en Protagonistas Sevilla, Punto Radio- 93.o F.M.)
Buenas tardes, cada otoño se reinician las diferentes programaciones culturales con que cuenta nuestra ciudad. Es de absoluta justicia reconocer que desde la década de los 90, la oferta cultural sevillana ha ido creciendo espectacularmente, y ahora se encuentra entre las mejores de nuestro país.
Hoy vamos a hablar de un espacio curioso, y de sus moradores: nos referimos al Teatro Central, una de las mejores herencias de la Expo’92. Accedemos cruzando el río desde el puente de la Barqueta, y torcemos a nuestra derecha hasta encontrarnos con la inconfundible silueta de su cubo marrón, ahora iluminado. Es noche de viernes y vamos a acudir a una representación teatral, a insistencia de mi amigo Óscar, un asiduo del lugar. Unos amplios aparcamientos nos facilitan el acceso motorizado.
El Teatro Central recoge ciclos de flamenco, jazz, y todas las vanguardias, tanto musicales como escénicas o de danza. Es sin dudas, el sitio adecuado para ver lo último de lo último, lo que será clásico pasado mañana, o un tostón, porque todavía no ha pasado el tiempo suficiente para catalogarlo como bueno o malo. Nos debemos dejar guiar por los programadores de la sala, de titularidad pública, y por tanto, ajenos a la rentabilidad e interés general de lo representado. Y ahí está el peligro.
Si bien en jazz o danza contemporánea he presenciado algunas muy buenas actuaciones, reconozco que en cuestión de teatro de vanguardia, o bien yo no estoy suficientemente preparado o es que no he entendido muy bien la obra. Pero nunca cometas el error de decir que no te ha gustado; la inquisición de asiduos al recinto –mediana edad desaliñada y enólogos progres- te mandará directamente a la hoguera.
-¿Qué te ha parecido Revolutum 0 punto 5? - pregunta mi amigo Óscar.
-Pues no me ha gustado. –oso responderle.
-¿Cómooo?, ¡pero si es magnífica, excelsa, sublime!
-Vale, pero es que no he entendido muy bien por qué tenía que haber un cordero degollado colgado del escenario.
-No es más que una metáfora de la descomposición de la sociedad actual alienante-replica mi amigo.
-Sí, pero es que olía mal. ¿No podían haber puesto uno de plástico? Además, el concurso de eructos entre los actores principales, tampoco lo he captado.
-¡Por Dios, qué remilgado eres! Es un acto digestivo más. Si quieres finezas, vete al Maestranza.
Fin del diálogo. Probablemente a mi amigo le haya gustado la obra tan poco como a mí, pero un buen asiduo al Teatro Central jamás te lo reconocerá, sería tanto como admitir que es capaz de pensar por sí mismo, según le dicte su sensibilidad y no bajo la presión del grupo de eruditos de vanguardia al que sueña pertenecer.
(emitido el Sábado, 24 de Noviembre de 2007 en Protagonistas Sevilla, Punto Radio- 93.o F.M.)
Buenas tardes, cada otoño se reinician las diferentes programaciones culturales con que cuenta nuestra ciudad. Es de absoluta justicia reconocer que desde la década de los 90, la oferta cultural sevillana ha ido creciendo espectacularmente, y ahora se encuentra entre las mejores de nuestro país.
Hoy vamos a hablar de un espacio curioso, y de sus moradores: nos referimos al Teatro Central, una de las mejores herencias de la Expo’92. Accedemos cruzando el río desde el puente de la Barqueta, y torcemos a nuestra derecha hasta encontrarnos con la inconfundible silueta de su cubo marrón, ahora iluminado. Es noche de viernes y vamos a acudir a una representación teatral, a insistencia de mi amigo Óscar, un asiduo del lugar. Unos amplios aparcamientos nos facilitan el acceso motorizado.
El Teatro Central recoge ciclos de flamenco, jazz, y todas las vanguardias, tanto musicales como escénicas o de danza. Es sin dudas, el sitio adecuado para ver lo último de lo último, lo que será clásico pasado mañana, o un tostón, porque todavía no ha pasado el tiempo suficiente para catalogarlo como bueno o malo. Nos debemos dejar guiar por los programadores de la sala, de titularidad pública, y por tanto, ajenos a la rentabilidad e interés general de lo representado. Y ahí está el peligro.
Si bien en jazz o danza contemporánea he presenciado algunas muy buenas actuaciones, reconozco que en cuestión de teatro de vanguardia, o bien yo no estoy suficientemente preparado o es que no he entendido muy bien la obra. Pero nunca cometas el error de decir que no te ha gustado; la inquisición de asiduos al recinto –mediana edad desaliñada y enólogos progres- te mandará directamente a la hoguera.
-¿Qué te ha parecido Revolutum 0 punto 5? - pregunta mi amigo Óscar.
-Pues no me ha gustado. –oso responderle.
-¿Cómooo?, ¡pero si es magnífica, excelsa, sublime!
-Vale, pero es que no he entendido muy bien por qué tenía que haber un cordero degollado colgado del escenario.
-No es más que una metáfora de la descomposición de la sociedad actual alienante-replica mi amigo.
-Sí, pero es que olía mal. ¿No podían haber puesto uno de plástico? Además, el concurso de eructos entre los actores principales, tampoco lo he captado.
-¡Por Dios, qué remilgado eres! Es un acto digestivo más. Si quieres finezas, vete al Maestranza.
Fin del diálogo. Probablemente a mi amigo le haya gustado la obra tan poco como a mí, pero un buen asiduo al Teatro Central jamás te lo reconocerá, sería tanto como admitir que es capaz de pensar por sí mismo, según le dicte su sensibilidad y no bajo la presión del grupo de eruditos de vanguardia al que sueña pertenecer.
sábado, 10 de noviembre de 2007
62. MASCOTAS Y OTROS BICHOS
(emitido el sábado, 10 de noviembre de 2007 en - Protagonistas Sevilla-Punto Radio -93.0 F.M.-)
Buenas tardes, hoy hablamos de mascotas y animales callejeros. Cierto es que vivimos en una sociedad tan rara, que la gente cada vez tiene animales de compañía más extraños: iguanas, arañas, serpientes (puede que el jefe sea una alimaña, pero no cuenta). Afortunadamente, perros y gatos siguen siendo unos clásicos.
Mientras el gato casero difícilmente sale del umbral de la puerta, los silvestres escogen muy bien su hábitat: cerca del hombre, pero sin mezclarse. Así, se les ve en gran número de solares y casas abandonadas, de las miles que disfruta esta ciudad gracias a su ayuntamiento y a la desidia de sus dueños. Causa una gran pena contemplar el estado de abandono con que el Ministerio de Defensa tiene siete casas de estilo inglés junto al puente de San Bernardo. Allí han encontrado su hogar decenas de gatos entre la maleza de lo que antaño fueron jardines.
Por supuesto, que entre tanta cochambre podrían buscar su alimento sin problemas, incluso contribuirían al descenso del número de ratas. Pero no es así por una caridad mal entendida: ciertas almas piadosas, pensando que estos animales son unos desvalidos, les acercan platos repletos con agua y pienso para gatos. Con tantas facilidades, los felinos se hacen más flojos –algo similar pasa en la especie humana con algunos subsidios-. De cazar ratas, ni hablar; puede que hasta compartan el pienso con los roedores.
Los perros son animales más dependientes del hombre. Los callejeros, cada uno busca su compañía como puede, y no es raro verlos vigilando obras. Y sobre los caseros, observamos su presencia en la calle a ciertas horas, justo cuando salen a hacer sus necesidades. Vamos mejorando en civismo a la hora de recoger las caquitas: cada vez resulta más normal encontrar a ciudadanos de toda condición con sus bolsas para recoger excrementos. Siempre hay excepciones llamativas, como aquella señora mayor que paseaba por la ronda de Capuchinos hace dos semanas. Su chucho defecó en medio de la acera. Observo con satisfacción cómo la buena mujer echa mano al bolso para coger un paquete de Clínex, y acto seguido, procede a limpiarle el culo al perrito dejando las cacas en medio de la acera.
Poniéndonos ahora en el lugar del perro, éstos deberían contar con más espacios de esparcimiento reservados para ellos en parque públicos, como ya ocurre en La Buhaira o la Glorieta de las Cigarreras. Y por favor, seamos humanos: el animal no tiene la culpa. Si ven a un perro haciendo de vientre, no lo reprendan a él, sino al dueño que inmediatamente no recoge sus excrementos, ése sí que es un mal bicho.
(emitido el sábado, 10 de noviembre de 2007 en - Protagonistas Sevilla-Punto Radio -93.0 F.M.-)
Buenas tardes, hoy hablamos de mascotas y animales callejeros. Cierto es que vivimos en una sociedad tan rara, que la gente cada vez tiene animales de compañía más extraños: iguanas, arañas, serpientes (puede que el jefe sea una alimaña, pero no cuenta). Afortunadamente, perros y gatos siguen siendo unos clásicos.
Mientras el gato casero difícilmente sale del umbral de la puerta, los silvestres escogen muy bien su hábitat: cerca del hombre, pero sin mezclarse. Así, se les ve en gran número de solares y casas abandonadas, de las miles que disfruta esta ciudad gracias a su ayuntamiento y a la desidia de sus dueños. Causa una gran pena contemplar el estado de abandono con que el Ministerio de Defensa tiene siete casas de estilo inglés junto al puente de San Bernardo. Allí han encontrado su hogar decenas de gatos entre la maleza de lo que antaño fueron jardines.
Por supuesto, que entre tanta cochambre podrían buscar su alimento sin problemas, incluso contribuirían al descenso del número de ratas. Pero no es así por una caridad mal entendida: ciertas almas piadosas, pensando que estos animales son unos desvalidos, les acercan platos repletos con agua y pienso para gatos. Con tantas facilidades, los felinos se hacen más flojos –algo similar pasa en la especie humana con algunos subsidios-. De cazar ratas, ni hablar; puede que hasta compartan el pienso con los roedores.
Los perros son animales más dependientes del hombre. Los callejeros, cada uno busca su compañía como puede, y no es raro verlos vigilando obras. Y sobre los caseros, observamos su presencia en la calle a ciertas horas, justo cuando salen a hacer sus necesidades. Vamos mejorando en civismo a la hora de recoger las caquitas: cada vez resulta más normal encontrar a ciudadanos de toda condición con sus bolsas para recoger excrementos. Siempre hay excepciones llamativas, como aquella señora mayor que paseaba por la ronda de Capuchinos hace dos semanas. Su chucho defecó en medio de la acera. Observo con satisfacción cómo la buena mujer echa mano al bolso para coger un paquete de Clínex, y acto seguido, procede a limpiarle el culo al perrito dejando las cacas en medio de la acera.
Poniéndonos ahora en el lugar del perro, éstos deberían contar con más espacios de esparcimiento reservados para ellos en parque públicos, como ya ocurre en La Buhaira o la Glorieta de las Cigarreras. Y por favor, seamos humanos: el animal no tiene la culpa. Si ven a un perro haciendo de vientre, no lo reprendan a él, sino al dueño que inmediatamente no recoge sus excrementos, ése sí que es un mal bicho.
sábado, 3 de noviembre de 2007
61. D.E.P.
(emitido el sábado, 3 de Noviembre de 2007 en Protagonistas Sevilla -Punto Radio(93.0 F.M.)
Buenas tardes, con la llegada del mes de noviembre, cada año se repite el rito de recordar a nuestros fieles difuntos. Por eso, hoy vamos a tratar con respeto, no exento de crítica, el modo en que algunos sevillanos tienen de afrontar la muerte de un ser querido. Queremos comentar la moda de dejar ofrendas florales en los lugares donde se produce una muerte por accidente. Nuestras carreteras y calles dan buena prueba de esas flores de plástico atadas sobre árboles o farolas, acompañadas por cruces de madera o cartón.
Por lo general, suelen ser muchachos jóvenes en la flor de sus vidas que por exceso de velocidad o imprudencia de otros, pierden el control de sus coches o motocicletas, y dejan su alma en el asfalto. No hay consuelo posible para familiares o amigos, porque ninguna muerte nos resulta más dolorosa que la de un joven, y si ésta sucede de modo fortuito o tras una enfermedad, aún parece más desgarradora.
Inmediatamente se produce la mitificación familiar o social, en caso de que el fallecido sea una celebridad pública. Así ha ocurrido hace unos meses en nuestra ciudad con Antonio Puerta. No se recordaba igual manifestación colectiva de dolor en Sevilla desde el entierro de Paquirri. Pero la vida, por suerte o desgracia, sigue, y el dolor que nos conmociona en un momento se debe transformar en recuerdo íntimo, personal, del ser amado que perdimos. Tarde o temprano, el estadio de Nervión, deberá ser encalado, se borrarán las pintadas, se abandonará la tétrica costumbre del minuto 16 de silencio, y los pequeños altares, ya se retiraron, porque si no, ir al fútbol sería similar a entrar en un mausoleo.
Aún no compartiendo este folclore negro, pero respetando el dolor familiar, pido que se mantengan por un tiempo prudencial esas cruces espontáneas con ramos de flores colocadas donde se ha producido un accidente mortal, por ejemplo, una semana. Pero pasada ésta, se procederá a retirar esas ofrendas de muy dudoso gusto y utilidad porque no ayudan a asumir la muerte del ser querido. Cada vez que sus familiares pasen por el lugar, están obligados a revivir el fatal accidente. Además, al resto del personal, nos da una grima horrible pasear por ciertos sitios, como la Ronda del Tamarguillo, que más bien parece la avenida principal del cementerio de San Fernando, por la cantidad de ramos y cruces que vemos en algunas rotondas, y sintiéndolo mucho, no debe ser así.
Y aún veo mucho peor la utilización de estatuas públicas como privados monumentos funerarios. Por favor, que alguien retire de una vez las coronas de flores de plástico bajo el pedestal del simpático indio a caballo de la avenida Kansas City, que la criatura sólo está oteando el horizonte, y no tiene intención alguna de ir de velorio.
(emitido el sábado, 3 de Noviembre de 2007 en Protagonistas Sevilla -Punto Radio(93.0 F.M.)
Buenas tardes, con la llegada del mes de noviembre, cada año se repite el rito de recordar a nuestros fieles difuntos. Por eso, hoy vamos a tratar con respeto, no exento de crítica, el modo en que algunos sevillanos tienen de afrontar la muerte de un ser querido. Queremos comentar la moda de dejar ofrendas florales en los lugares donde se produce una muerte por accidente. Nuestras carreteras y calles dan buena prueba de esas flores de plástico atadas sobre árboles o farolas, acompañadas por cruces de madera o cartón.
Por lo general, suelen ser muchachos jóvenes en la flor de sus vidas que por exceso de velocidad o imprudencia de otros, pierden el control de sus coches o motocicletas, y dejan su alma en el asfalto. No hay consuelo posible para familiares o amigos, porque ninguna muerte nos resulta más dolorosa que la de un joven, y si ésta sucede de modo fortuito o tras una enfermedad, aún parece más desgarradora.
Inmediatamente se produce la mitificación familiar o social, en caso de que el fallecido sea una celebridad pública. Así ha ocurrido hace unos meses en nuestra ciudad con Antonio Puerta. No se recordaba igual manifestación colectiva de dolor en Sevilla desde el entierro de Paquirri. Pero la vida, por suerte o desgracia, sigue, y el dolor que nos conmociona en un momento se debe transformar en recuerdo íntimo, personal, del ser amado que perdimos. Tarde o temprano, el estadio de Nervión, deberá ser encalado, se borrarán las pintadas, se abandonará la tétrica costumbre del minuto 16 de silencio, y los pequeños altares, ya se retiraron, porque si no, ir al fútbol sería similar a entrar en un mausoleo.
Aún no compartiendo este folclore negro, pero respetando el dolor familiar, pido que se mantengan por un tiempo prudencial esas cruces espontáneas con ramos de flores colocadas donde se ha producido un accidente mortal, por ejemplo, una semana. Pero pasada ésta, se procederá a retirar esas ofrendas de muy dudoso gusto y utilidad porque no ayudan a asumir la muerte del ser querido. Cada vez que sus familiares pasen por el lugar, están obligados a revivir el fatal accidente. Además, al resto del personal, nos da una grima horrible pasear por ciertos sitios, como la Ronda del Tamarguillo, que más bien parece la avenida principal del cementerio de San Fernando, por la cantidad de ramos y cruces que vemos en algunas rotondas, y sintiéndolo mucho, no debe ser así.
Y aún veo mucho peor la utilización de estatuas públicas como privados monumentos funerarios. Por favor, que alguien retire de una vez las coronas de flores de plástico bajo el pedestal del simpático indio a caballo de la avenida Kansas City, que la criatura sólo está oteando el horizonte, y no tiene intención alguna de ir de velorio.
sábado, 27 de octubre de 2007
60. LA NUEVA ALAMEDA.
(emitido el Sábado 27 de Octubre de 2007 en Protagonistas Sevilla- 93.0 Punto Radio)
Buenas tardes, hoy vamos a pasear por la nueva Alameda. Accedemos desde la calle Trajano con la panza bien llena tras yantar en un curioso restaurante que hoy ocupa el espacio de aquel recordado Café Alameda de otros tiempos. La sobremesa, la pasaremos en el Café Columnas, escuchando a cualquier grupo filosófico o religioso que quiera cambiar el mundo, y que en breve, dará una conferencia en la Casa de las Sirenas, majestuosa mansión parisina en rosa con pórtico de mujeres esfinge negras, para dar más misterio al ambiente esotérico y cultureta del lugar, y única nota de color discordante entre tanta losa color albero.
Toda esta búsqueda de jóvenes modernos que se quedaron en los 60, a décadas de haber nacido aún, me recuerdan a mi amigo Julián, ilustre sesentón, y auténtico hippy de aquella idealizada década, que en sus viajes llegó a la India y Nepal, y a punto estuvo de hacerse monje budista. A su regreso, ya pasada su época místico-lisérgica, una tarde me lo encontré en la basílica del Gran Poder y me dijo:
-Quiyo, mira que he ido yo lejos buscando a Dios, con lo cerquita que lo tenía.
Volviendo a nuestra Alameda de Hércules, jóvenes de pelajes variopintos pululan por sus veladores. Y si nos ponemos a callejear, poco ha cambiado el barrio desde mediados del siglo pasado: el oficio más viejo del mundo sigue ejerciéndose por estos pagos desde que el barrio entró en decadencia, de la que parece despertar tímidamente ahora con una hostelería alternativa, palabra clave y ambigua imprescindible para entender la Alameda.
Lo que más destaca en la remodelación, el acertado replante de álamos jóvenes, para que hagan honor al nombre del lugar. El resto, me produce un pasmo similar al que deben sentir Hércules y los leones desde sus columnas. Por supuesto que hay un estudio, una determinada idea en la realización, y eso es precisamente lo que me preocupa. Todas las farolas y el pavimento de losas son del mismo color: todo es color albero, pero sin albero.
La reforma es la misma que pudiera acometer alguien que acaba de comprar un chalé adosado, y como le molesta la tierra y lo verde, sustituye la vegetación de su jardín por unos monísimos azulejos o solería andaluza. Se repite la misma idea que en cualquier calle de barrio: donde hay una esquina con un jardín degradado, llega el ayuntamiento, y en vez de limpiarlo, lo adoquina, que es más barato.
Aparte, tampoco hay una idea clara de qué se quiere hacer con este espacio. Tanto adoquín y tanta solería para querer convertir la Alameda en un gigantesco velador. Esta reforma puede ser muy estudiadamente cromática, pero falta de vida.
Pues no, salvo el replante de álamos, no me gusta esta remodelación: de todas las alternativas posibles, se ha optado por la más cateta: bienvenidos a la nueva Alameda alicatada.
(emitido el Sábado 27 de Octubre de 2007 en Protagonistas Sevilla- 93.0 Punto Radio)
Buenas tardes, hoy vamos a pasear por la nueva Alameda. Accedemos desde la calle Trajano con la panza bien llena tras yantar en un curioso restaurante que hoy ocupa el espacio de aquel recordado Café Alameda de otros tiempos. La sobremesa, la pasaremos en el Café Columnas, escuchando a cualquier grupo filosófico o religioso que quiera cambiar el mundo, y que en breve, dará una conferencia en la Casa de las Sirenas, majestuosa mansión parisina en rosa con pórtico de mujeres esfinge negras, para dar más misterio al ambiente esotérico y cultureta del lugar, y única nota de color discordante entre tanta losa color albero.
Toda esta búsqueda de jóvenes modernos que se quedaron en los 60, a décadas de haber nacido aún, me recuerdan a mi amigo Julián, ilustre sesentón, y auténtico hippy de aquella idealizada década, que en sus viajes llegó a la India y Nepal, y a punto estuvo de hacerse monje budista. A su regreso, ya pasada su época místico-lisérgica, una tarde me lo encontré en la basílica del Gran Poder y me dijo:
-Quiyo, mira que he ido yo lejos buscando a Dios, con lo cerquita que lo tenía.
Volviendo a nuestra Alameda de Hércules, jóvenes de pelajes variopintos pululan por sus veladores. Y si nos ponemos a callejear, poco ha cambiado el barrio desde mediados del siglo pasado: el oficio más viejo del mundo sigue ejerciéndose por estos pagos desde que el barrio entró en decadencia, de la que parece despertar tímidamente ahora con una hostelería alternativa, palabra clave y ambigua imprescindible para entender la Alameda.
Lo que más destaca en la remodelación, el acertado replante de álamos jóvenes, para que hagan honor al nombre del lugar. El resto, me produce un pasmo similar al que deben sentir Hércules y los leones desde sus columnas. Por supuesto que hay un estudio, una determinada idea en la realización, y eso es precisamente lo que me preocupa. Todas las farolas y el pavimento de losas son del mismo color: todo es color albero, pero sin albero.
La reforma es la misma que pudiera acometer alguien que acaba de comprar un chalé adosado, y como le molesta la tierra y lo verde, sustituye la vegetación de su jardín por unos monísimos azulejos o solería andaluza. Se repite la misma idea que en cualquier calle de barrio: donde hay una esquina con un jardín degradado, llega el ayuntamiento, y en vez de limpiarlo, lo adoquina, que es más barato.
Aparte, tampoco hay una idea clara de qué se quiere hacer con este espacio. Tanto adoquín y tanta solería para querer convertir la Alameda en un gigantesco velador. Esta reforma puede ser muy estudiadamente cromática, pero falta de vida.
Pues no, salvo el replante de álamos, no me gusta esta remodelación: de todas las alternativas posibles, se ha optado por la más cateta: bienvenidos a la nueva Alameda alicatada.
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