sábado, 29 de septiembre de 2007



56. ATENDER AL PÚBLICO

(emitido en Protagonistas Sevilla -Punto Radio, 93.0 FM- el sábado 29 de septiembre de 2007)

Pues muy buenas tardes tengan ustedes. Hoy estamos trasteando por las dependencias municipales de nuestra ciudad porque toca hacer gestiones. Vamos avanzando en humanidad y eficacia, aunque todo se complica si se estropea el ordenador central: nadie es capaz de hacer nada. No ha sido el caso que nos ocupa: las oficinas del padrón municipal, en la Casa de la Moneda, cuentan con unos cómodos y funcionales bancos para esperar nuestro turno, una vez que cogemos nuestro correspondiente papelito donde se nos indica número de orden y mesa donde vamos a ser atendidos. La espera, tampoco es excesiva.
La cuestión se complica algo más cuando pretendes pagar una multa de Tráfico en la plaza de la Encarnación –pues, sí, nadie es perfecto-. Edificios estrechos, vigilantes despistados, y demasiadas vueltas. Pero la intención es lo que vale. Una vez que me aclaro un poco, termino en la ventanilla correcta, y soy atendido con toda la prontitud posible. Sólo hay un problema: delante de mí se encuentra un señor que lleva el importe de su sanción en bolsas, todo en calderilla de céntimos, como modo de protesta ante lo que considera ha sido una injusta sanción. Y los que le seguimos en la cola nos planteamos por la culpa que tenemos nosotros al hacernos esperar tanto rato. El caso es que la administrativa correspondiente, sin inmutarse y con una sonrisa, se ve obligada a contar los setenta y tantos euros de la multa.
Por mucho que pudiera parecer, el personal funcionario de las distintas administraciones suele ser muy correcto en su trato con el público, y no emite juicios de valor por tu actitud o indumentaria. Desgraciadamente, no puedo decir lo mismo de ciertos dependientes de grandes almacenes. Y conste, que admito que aguantar a la clientela debe ser muy difícil, y a la dirección, aún más, porque no hay sindicatos reales. Estamos en verano, voy aseado, pero en camiseta, pantalón corto y botines. Necesito calcetines de algodón, es mediodía, y hay una proporción de cuatro dependientes por cliente. Hace tiempo que trasteo en la sección de complementos hasta que aclaro mis dudas y cojo los pares que me voy a llevar. Debí ser invisible, porque tardaron en cobrarme más que en terminar un túnel del metro. Y mi coraje aún fue mayor cuando una cacatúa vestida de marca se coló con un cinturón, y dos empleaduchos casi se dan un cabezazo para ver quién le cobraba primero.
Pues desde aquí, mi aplauso a la administrativa que tan estoicamente aguantó las impertinencias del automovilista cabreado, y un tirón de orejas a ese dependiente que no te atiende porque no le da la gana. Otro día prometemos hablar de la familiaridad de ciertos camareros.

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