38. PAJARITOS
(emitido en Punto Radio -93.0 FM-, Protagonistas Sevilla el sábado 24 de febrero de 2007)
Buenas tardes, concluimos nuestro paseo en un barrio tradicional de nombre algo kitch. Cruzando la Ronda del Tamarguillo, soterrado arroyo de pretéritas riadas en otros tiempos, nos encontramos con Los Pajaritos, barriada que sobrevive pese a tan decadente y cursi nombre. Bloques de pisos bajos, y mucha vida tras sus aceras, fachadas con grafittis y recios naranjos. Si en décadas pretéritas, en un andurrear sereno entre sus calles uno podía escuchar canarios de fondo tras la cocina o un aparato de radio con aires flamencos, hoy el ensordecedor estruendo del hip-hop lo invade todo: bajos brutales, letras bien construidas y reivindicativas para un barrio de una juventud orgullosa e insolente que nos recuerda cómo de entre sus calles salió Haze, el rapero de Los Pajaritos. El hip- hop es una música para no tomar en absoluto en broma, una subcultura urbana que se ha instalado con fuerza en nuestra ciudad con avezados letristas y muchos cazatalentos de discográficas que bajan a Sevilla en busca de nuevos valores como Haze o La Mala.
Dejando a un lado los gustos musicales de cada cual, termino mi paseo en un bar a la sombra de uno de los escasos vestigios de los Caños de Carmona que aún sobreviven en nuestra villa, afeado con incívicas pintadas que le restan parte de su esplendor. Con intermitencia escucho grandes dosis de ruido salir de entre motores de coches tuneados, con las ventanillas abiertas y la omnipresente banda sonora del barrio: el hip-hop. Acaba de pasar un BMW azul cobalto con alerones y pintura simulando potentes llamaradas anaranjadas por todos lo bajos del vehículo. Dos cabezas peladas asoman en el habitáculo del coche: entre humos de gruesos cigarros gritan un estribillo que habla de miseria y explotación y siguen su rastro ruidoso por toda la ciudad.
Reflexiono sobre la verdad y la mentira: tunear un coche cuesta mucho dinero, y comprar un modelo así, no se lo puede permitir mucha gente; y menos, jóvenes. Si estos chavales exhibicionistas sufren miseria y explotación, ¿cómo podríamos llamar los cuarentones a nuestra juventud de bonobús y paquete de tabaco semanal?
Escarbando entre tanto ruido, lo de siempre: dinero fácil y rápido, lo mismo que mueve a mucha gente en esta ciudad, da igual la edad que se tenga o el sitio donde se resida.
(emitido en Punto Radio -93.0 FM-, Protagonistas Sevilla el sábado 24 de febrero de 2007)
Buenas tardes, concluimos nuestro paseo en un barrio tradicional de nombre algo kitch. Cruzando la Ronda del Tamarguillo, soterrado arroyo de pretéritas riadas en otros tiempos, nos encontramos con Los Pajaritos, barriada que sobrevive pese a tan decadente y cursi nombre. Bloques de pisos bajos, y mucha vida tras sus aceras, fachadas con grafittis y recios naranjos. Si en décadas pretéritas, en un andurrear sereno entre sus calles uno podía escuchar canarios de fondo tras la cocina o un aparato de radio con aires flamencos, hoy el ensordecedor estruendo del hip-hop lo invade todo: bajos brutales, letras bien construidas y reivindicativas para un barrio de una juventud orgullosa e insolente que nos recuerda cómo de entre sus calles salió Haze, el rapero de Los Pajaritos. El hip- hop es una música para no tomar en absoluto en broma, una subcultura urbana que se ha instalado con fuerza en nuestra ciudad con avezados letristas y muchos cazatalentos de discográficas que bajan a Sevilla en busca de nuevos valores como Haze o La Mala.
Dejando a un lado los gustos musicales de cada cual, termino mi paseo en un bar a la sombra de uno de los escasos vestigios de los Caños de Carmona que aún sobreviven en nuestra villa, afeado con incívicas pintadas que le restan parte de su esplendor. Con intermitencia escucho grandes dosis de ruido salir de entre motores de coches tuneados, con las ventanillas abiertas y la omnipresente banda sonora del barrio: el hip-hop. Acaba de pasar un BMW azul cobalto con alerones y pintura simulando potentes llamaradas anaranjadas por todos lo bajos del vehículo. Dos cabezas peladas asoman en el habitáculo del coche: entre humos de gruesos cigarros gritan un estribillo que habla de miseria y explotación y siguen su rastro ruidoso por toda la ciudad.
Reflexiono sobre la verdad y la mentira: tunear un coche cuesta mucho dinero, y comprar un modelo así, no se lo puede permitir mucha gente; y menos, jóvenes. Si estos chavales exhibicionistas sufren miseria y explotación, ¿cómo podríamos llamar los cuarentones a nuestra juventud de bonobús y paquete de tabaco semanal?
Escarbando entre tanto ruido, lo de siempre: dinero fácil y rápido, lo mismo que mueve a mucha gente en esta ciudad, da igual la edad que se tenga o el sitio donde se resida.
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