40. DESDE EL ALJARAFE.
(emitido e Punto Radio -93.0 FM-, Protagonistas Sevilla, el sábado 10 de marzo de 2007)
Buenas tardes. Esta semana El Caminante ha abandonado su tradicional discurrir a pie de mocasines por las aceras de nuestra ciudad. Necesidad y distancia me obligan a ponerme manos al volante para recorrer motorizado esa maravilla del estrés, los atascos y la palabra soez que es nuestra ronda de circunvalación conocida como Ese-30. Acudimos a la llamada de socorro de un amigo, que se queja con razón porque desde que se mudó a un adosado en El Aljarafe no nos vemos nunca.
Acaba de empezar el fin de semana, y aún así, conocedor de mis miedos y fobias, que es lo mismo pero en jerga de psicólogo, me preparo adecuadamente para la ocasión. Tarde de viernes, comida ligera y siesta. Antes de coger las llaves del coche, leo un rato una revista del corazón para vaciar mi mente. Tras una tila bien caliente, me reclino en el sofá y coloco en el equipo el cedé del curso de paz interior y relajación impartido por el famoso yogui Maharabubu. Ya estamos preparados para afrontar tan dura prueba.
Arrancamos nuestro coche, convencido de que nada va a conseguir alterarme. Ya hemos alcanzado la Ese-30: un turismo me acaba de adelantar por la derecha deslumbrándome con la luz larga, un camión hace lo mismo por la izquierda, encima me pita; casi me como una moto salida de quién-sabe-dónde.
Tras un primer y leve improperio, mi autocontrol comienza a hacer aguas. Compruebo la velocidad de mi coche y se aproxima a los límites marcados en las señales. Observo por el retrovisor a un tipejo hablando por el móvil mientras el pulso se me acelera. A la altura de la tercera incorporación, la tila, la siesta, el cedé de relajación son un lejano y molesto recuerdo: llevo acumulados tres bocinazos y siete tacos.
Encima, me he perdido dos veces entre pueblos circulares, rotondas y centros comerciales. Por fin llego al adosado de mi amigo, incapaz de saber si estoy en Camas, Gines, Castilleja o Bormujos, y recordando tiempos pasados donde cada uno de estos bellos pueblos tenían unos límites precisos. Mi amigo se ríe:
-Pues esto no es nada comparado con el calvario que pasamos todas las mañanas para ir a trabajar a Sevilla: retenciones kilométricas día sí y día también.
El área metropolitana de Sevilla lleva lustros reclamando unas infraestructuras imprescindibles: Ese-40, nuevo puente o lo que sea. Ni la capital de Andalucía ni El Aljarafe se merecen la falta de inversiones por parte de la Junta y el gobierno central en nuestra provincia, que figuran a la cola de todo el Estado. Y, ojo, porque un juez ya ha condenado a la Junta como responsable por no haber hecho sus deberes en forma de mejoras viarias. Dos estatutos de autonomía y décadas de chavismo no han conseguido atajar el problema.
Me despido tras una nueva taza de tila. Vaya desde aquí nuestro homenaje a esos sufridos habitantes del Aljarafe.
(emitido e Punto Radio -93.0 FM-, Protagonistas Sevilla, el sábado 10 de marzo de 2007)
Buenas tardes. Esta semana El Caminante ha abandonado su tradicional discurrir a pie de mocasines por las aceras de nuestra ciudad. Necesidad y distancia me obligan a ponerme manos al volante para recorrer motorizado esa maravilla del estrés, los atascos y la palabra soez que es nuestra ronda de circunvalación conocida como Ese-30. Acudimos a la llamada de socorro de un amigo, que se queja con razón porque desde que se mudó a un adosado en El Aljarafe no nos vemos nunca.
Acaba de empezar el fin de semana, y aún así, conocedor de mis miedos y fobias, que es lo mismo pero en jerga de psicólogo, me preparo adecuadamente para la ocasión. Tarde de viernes, comida ligera y siesta. Antes de coger las llaves del coche, leo un rato una revista del corazón para vaciar mi mente. Tras una tila bien caliente, me reclino en el sofá y coloco en el equipo el cedé del curso de paz interior y relajación impartido por el famoso yogui Maharabubu. Ya estamos preparados para afrontar tan dura prueba.
Arrancamos nuestro coche, convencido de que nada va a conseguir alterarme. Ya hemos alcanzado la Ese-30: un turismo me acaba de adelantar por la derecha deslumbrándome con la luz larga, un camión hace lo mismo por la izquierda, encima me pita; casi me como una moto salida de quién-sabe-dónde.
Tras un primer y leve improperio, mi autocontrol comienza a hacer aguas. Compruebo la velocidad de mi coche y se aproxima a los límites marcados en las señales. Observo por el retrovisor a un tipejo hablando por el móvil mientras el pulso se me acelera. A la altura de la tercera incorporación, la tila, la siesta, el cedé de relajación son un lejano y molesto recuerdo: llevo acumulados tres bocinazos y siete tacos.
Encima, me he perdido dos veces entre pueblos circulares, rotondas y centros comerciales. Por fin llego al adosado de mi amigo, incapaz de saber si estoy en Camas, Gines, Castilleja o Bormujos, y recordando tiempos pasados donde cada uno de estos bellos pueblos tenían unos límites precisos. Mi amigo se ríe:
-Pues esto no es nada comparado con el calvario que pasamos todas las mañanas para ir a trabajar a Sevilla: retenciones kilométricas día sí y día también.
El área metropolitana de Sevilla lleva lustros reclamando unas infraestructuras imprescindibles: Ese-40, nuevo puente o lo que sea. Ni la capital de Andalucía ni El Aljarafe se merecen la falta de inversiones por parte de la Junta y el gobierno central en nuestra provincia, que figuran a la cola de todo el Estado. Y, ojo, porque un juez ya ha condenado a la Junta como responsable por no haber hecho sus deberes en forma de mejoras viarias. Dos estatutos de autonomía y décadas de chavismo no han conseguido atajar el problema.
Me despido tras una nueva taza de tila. Vaya desde aquí nuestro homenaje a esos sufridos habitantes del Aljarafe.
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