lunes, 4 de junio de 2007


49. CELEBRACIONES FUTBOLERAS

(emitido en Punto Radio -93.0 FM- Protagonistas Sevilla, el 2 de junio de 2007)

Muy buenas tardes. Atrás quedaron por fin los comicios municipales y su posterior resaca. Ni que decir tiene: todos han ganado, menos usted y yo. Y como estamos algo saturados de política, hoy hablamos de fútbol. En la adscripción obligatoria a unos colores que todo nativo o residente debe adoptar en esta ciudad, por tradición familiar, mi filiación es palangana. Pese a todo, mis sinceros deseos de que el Betis se recupere y vuelva a ser el digno rival de hace dos temporadas, con Lopera o sin él.
Como cronista urbano, salí hace un par de semanas a festejar el primero de los grandes triunfos de esta temporada: bicampeones de la UEFA en dos años consecutivos, algo sólo reservado a los grandes, y deseando volver una vez más a festejar la primera Copa del Rey sevillista, o la Liga.
Esperando acontecimientos, inmersos estamos en el recuerdo del brillante paseo por el río en catamarán de toda la plantilla. Una sofocante tarde de mayo, como una gesta épica guerrera, la ciudad tiñó las dos orillas del río en rojo y blanco: banderas, estandartes, bufandas, gorras, camisetas, y voces al unísono rendidas ante los libertadores de la ciudad. Ni San Fernando en la toma de Sevilla, ni Felipe II visitando la ciudad lograron tal esplendor y rindieron tal pleitesía a unos colores.
Casi toda Sevilla presenció una puesta de sol rojiblanca, aunque también hubieron suicidas despistados, como mi cuñado, que no se le ocurrió otra cosa que irse a correr a las siete de la tarde por la avenida de Torneo y Marqués del Contadero con una camiseta del Betis. Al ver tantos colores supuestamente hostiles, regresó a casa batiendo con creces su mejor registro. Su única excusa es que no se había enterado por la prensa. Claro que, eso le pasa por comprar El País, donde está más al día de la cría de ganado bovino en Uzbekistán, o del peinado de Beckham, que de lo que pasa en nuestra ciudad.
En fin, todo el festejo a orillas del río y junto al estadio Sánchez Pizjuán quedó muy digno. Quiérase o no, incluso pensando en los detractores, ganar una copa de fútbol es una gran publicidad para la ciudad. No sé qué nos depararán para el próximo trofeo: quizás tengamos que ir a la Plaza de España para ver descender en paracaídas a toda la plantilla sevillista. Por tierra, mar y aire: tantas copas, tantas celebraciones.
Aún con todo, discrepo de varias partes de estos festejos: por un lado, la penosa llegada al ayuntamiento con Monteseirín y todos los alcaldables delante de los jugadores dispuestos a chupar cámara sumándose al carro de los vencedores. Y lo que es aún peor, el ofrecimiento a la patrona de la ciudad de la copa, extraña costumbre muy extendida por nuestra geografía. Miren ustedes, que la Virgen de los Reyes nada tiene que ver con el fútbol, ni el Gran Poder con el Betis. De verdad, con una sentida y privada ofrenda floral de los directivos en la intimidad hubiera sobrado. Las puertas de la catedral se abrieron, y las campanas de la Giralda repicaron bien entrada la noche. Pues que no se queje la iglesia si después adoramos a falsos ídolos de barro.

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